Las películas de vaqueros nos traen siempre escenas inolvidables, pero si relacionamos una bebida en este contexto, no cabe duda que el papel del whisky en el viejo Oeste se lleva la palma. Y es que era la bebida por excelencia de los vaqueros, pistoleros y mineros del siglo XIX. Los salones (saloons) eran el corazón de la vida social en el Viejo Oeste, donde los hombres se reunían para beber, jugar a las cartas y contar historias. En un tiempo donde las condiciones eran duras y el trabajo agotador, el whisky representaba un momento de escape y relajación. Su popularidad radicaba en su precio accesible y en su facilidad de producción, lo que lo convirtió en la bebida más vendida de la época.
Calidad y composición del whisky en esa época
A diferencia del whisky refinado que conocemos hoy, el que se bebía en el Viejo Oeste no pasaba por procesos de destilación regulados ni por largos periodos de envejecimiento. Muchas veces, se trataba de una mezcla de alcohol crudo, agua, azúcar quemada para darle color y, en algunos casos, aditivos peligrosos como tabaco, trementina o incluso pólvora. Esto le daba un sabor extremadamente fuerte y un efecto potente. La falta de regulaciones permitía que cualquier persona con acceso a un alambique produjera su propia versión de whisky.
3. Nombres coloquiales del whisky
El whisky del Viejo Oeste tenía fama de ser tan fuerte que muchos lo apodaban con nombres intimidantes. Se le conocía como Coffin Varnish (barniz de ataúd), Tarantula Juice (jugo de tarántula) y Red Eye (ojo rojo), haciendo referencia a sus efectos nocivos y a la dureza del trago. Estos apodos reflejaban tanto su potencia como los ingredientes poco convencionales con los que a veces se adulteraba.
4. Fuerza y sabor del whisky del Viejo Oeste
El whisky de esta época no tenía el refinamiento del bourbon actual. En sus inicios, era destilado de manera rudimentaria y vendido sin envejecimiento, lo que lo hacía más áspero y agresivo en boca. Sin embargo, con el tiempo, algunos productores comenzaron a almacenarlo en barricas de roble, donde adquiría un sabor más ahumado, dulce y complejo. Esta evolución en su producción hizo que, hacia finales del siglo XIX, la calidad del whisky mejorara significativamente.
5. Preferencias de los vaqueros
Si bien hoy en día se suele asociar a los vaqueros con el bourbon, en realidad estos no eran demasiado exigentes con la calidad de su whisky. La mayoría bebía lo que estuviera disponible en el salón más cercano. Kentucky era conocido por producir un buen whisky, pero no era el único lugar donde se destilaba. Los vaqueros simplemente buscaban una bebida fuerte, sin importar su procedencia exacta.
6. Ambiente de los salones
Los salones eran mucho más que bares; eran centros de reunión donde se cerraban tratos, se jugaba al póker, se resolvían disputas (a veces de forma violenta) y donde el whisky fluía sin parar. La decoración solía incluir cabezas de animales, espejos importados y grandes barras de madera. Muchos salones ofrecían whisky gratis a los clientes que jugaban a las cartas, ya que sabían que el alcohol los haría apostar más. En estos lugares también se originó la famosa práctica de servir el whisky en pequeños vasos de chupito, lo que permitía beberlo de un solo trago sin sufrir demasiado su crudeza.
7. Mitos y realidades sobre el consumo de whisky
Existen muchas historias sobre el whisky en el Viejo Oeste, algunas ciertas y otras más cercanas al mito. Una de ellas es la idea de que la expresión «un trago de whisky» proviene de los salones del oeste, donde los clientes podían pagar con una bala (shot en inglés) si no tenían dinero en efectivo. Aunque esta historia es popular, no hay evidencia sólida que la respalde. Lo que sí es cierto es que el whisky fue un pilar fundamental en la vida del oeste estadounidense, y su presencia en películas y novelas ha ayudado a cimentar su imagen como la bebida de los vaqueros.